Current Biology revela que los gritos humanos tienen una calidad acústica que activa el cerebro auditivo y la amígdala, el área del cerebro que percibe el miedo.
El equipo también encontró una conexión interesante entre las señales de alarma, como las alarmas de seguridad o del automóvil, y el alcance auditivo que se reserva para los gritos.
Como señala Poeppel, “Gritar realmente funciona. Es uno de los primeros sonidos que todos hacen, se encuentra en distintas culturas y edades, así que pensamos que tal vez esta sea una forma de obtener algunas ideas interesantes sobre qué cerebros tienen en común con respecto a la vocalización “.
Los investigadores concluyen que la conexión entre la rugosidad auditiva y el nivel en el que se activa la amígdala y se percibe el terror están correlacionados. Esto sugiere que aumentar la rugosidad auditiva de las alarmas y señales podría mejorar la respuesta humana a los sonidos no crecientes e impulsar una reacción más rápida, aumentando la seguridad y el tiempo de respuesta.