La segunda parte de la serie de artículos sobre su sistema inmune se centra en los cambios que pueden ocurrir a medida que envejecemos. Es importante saber qué puede pasar y qué puede debilitar aún más su sistema inmune. Vamos a ello.
Primero, la médula ósea es el origen de todas las células del sistema inmune. Estas células circulan en el torrente sanguíneo y se organizan en órganos, como el timo, el bazo y los ganglios linfáticos.
A medida que envejece, hay una disminución gradual en el sistema inmunitario de las siguientes maneras.
1. Se producen menos anticuerpos cuando llega una sustancia extraña. Esto podría explicar el aumento relacionado con la edad en la incidencia de influenza y neumonía. Además, podría explicar por qué la mayoría de las vacunas son menos efectivas en los ancianos.
2. El cuerpo produce menos linfocitos en respuesta a la exposición al antígeno.
3. Las células T en el cuerpo responden más lentamente a una amenaza.
4. El sistema inmune es menos capaz de diferenciar entre lo que pertenece a su cuerpo y lo que es una sustancia extraña para su cuerpo. Esto podría explicar por qué las enfermedades autoinmunes son más comunes en los adultos mayores.
5. Los macrófagos (tipo de glóbulo blanco) tienden a destruir nuevos antígenos, bacterias o células cancerígenas más lentamente. Esto podría explicar la mayor incidencia de cáncer en personas mayores.
6. La glándula del timo, un órgano principal que produce linfocitos, se contrae con la edad. Este es un factor importante que contribuye al deterioro de su sistema inmunitario relacionado con la edad.
Existen muchos factores que podrían afectar negativamente su sistema inmunológico, lo que lo hace más propenso a las infecciones.
Estos factores incluyen:
– Medicamentos: antibióticos; antiácidos; medicamentos antiinflamatorios como la aspirina; “Tylenol;” “Motrin;” esteroides; inmunosupresores; quimioterapia; radioterapia
– Alergias: Asma; fiebre de heno; molde; eczema
– Factores relacionados con la dieta: alto consumo de grasas trans, azúcares refinados o grasas saturadas; grasas falsas como “olestra;” reducción del consumo de alimentos ricos en antioxidantes
– Estrés físico o emocional
– Alcoholismo o drogadicción
– Fumar o estar expuesto al humo de segunda mano
– Exposición crónica a alérgenos de sustancias químicas, contaminantes o alimentos
– Privación del sueño
– Inactividad física
– Cáncer, especialmente del sistema inmunitario (p. ej., leucemia, linfoma)
– Enfermedades autoinmunes, como artritis reumatoide, lupus, múltiples esclerosis
– Trastornos de inmunodeficiencia tales como AIDS